Memoria de Logroño. PLAZA DE TOROS DE DUQUESA DE LA VICTORIA

ANTECEDENTES DE LA PLAZA DE TOROS DE DUQUESA DE LA VICTORIA.


Según F.J. Gómez en 1603 el ayuntamiento facilitó algunas cantidades para hacer el Coso de San Francisco y los corrales para la fiesta de San Bernabé. Este lugar se fue configurando con el tiempo en un espacio semi-cerrado donde se alquilaban los balcones de las casas vecinas y hospital para ver los festejos taurinos.

Sabemos que en el s.XIX ya se había abandonado la zona de El Coso  (hoy traseras del Hospital de La Rioja) y en 1849 el corregidor de Logroño, deseoso de proporcionar recursos a los establecimientos benéficos de la ciudad, fue el primero que propuso la idea, de construir una plaza de toros fuerte y sólida que evitase los graves inconvenientes que tenían las provisionales de madera. 

Pero con este tipo de plazas provisionales se continuó, hasta que en 1861  se construyó una de madera para 10.500 personas que en la segunda corrida de San Mateo de ese año, cuando el público se disponía a salir, se derrumbó una de las escaleras hiriendo de forma grave a más cuarenta de sus asistentes y ocasionando el fallecimiento posterior de algunos de ellos. Este trágico hecho, hizo que se optase definitivamente por la construcción de una plaza de toros permanente.







LA PLAZA DE TOROS DE LA CALLE DUQUESA DE LA VICTORIA

LA CONSTRUCCIÓN DE LA  PLAZA DE TOROS DE LA C/  DUQUESA DE LA VICTORIA.

Para llevar a cabo el proyecto se emitieron acciones de 150 pesetas que fueron buscadas con empeño, teniendo en cuenta el éxito que producían las plazas de madera.
Se compraron los terrenos y empezó la construcción en otoño de 1862 y fueron terminadas las obras en julio de 1863.
Su presupuesto inicial fue de 225.000 pesetas, pero su coste final alcanzó las 375.000 pesetas, al coincidir con el ferrocarril que se estaba construyendo, y no existir suficiente material y carros disponibles.

Tenía tres pisos con amplios y cómodos asientos y podían colocarse 13.000 personas, y disponía de 24 puertas, grandiosos corredores, seis escaleras con amplitud necesaria para que la entrada y salida de público pudiera efectuarse en breve término.

El redondel medía unos 50 metros de diámetro y el callejón donde estaban los burladeros necesarios para los servicios, tenía una anchura de 1,60 metros. La barrera era de construcción moderna, siendo de tableros de una pieza sobre postes de hierro.



Postal de la plaza de toros de la Duques de la Victoria. Recorte foto militar entre 1910 y 1915 en el que se puede ver la situación de la plaza de toros y su volumen. Foto de Jose Lorenzo del Blog Logroño de Cristal


Las dependencias eran también bastante espaciosas y figuraban entre ellas una cuadra capaz para 60 caballos, corrales en los cuales podían permanecer dos corridas de toros, apartadero con balconcillos donde el público presenciaba dicha operación, ocho chiqueros bien acondicionados, enfermería (aunque deficiente) situada a la derecha de los toriles, sala de espera para los toreros, a la izquierda, administración, cuarto para el conserje, guardianes, despacho de billetes y dos o tres habitaciones reducidas que se utilizan para diferentes servicios.

El 5 de octubre de 1863 se inauguraba con una corrida de toros del Duque de Veragua, que estoquearon Francisco Arjona y Cayetano Sanz. (F.J. Gómez 'Logroño Histórico' cita como fecha de los primeros festejos los días 5 a 8 septiembre) Su primer arrendatario fue D. Manuel Martínez Verde

Este bello y algo destartalado ruedo taurino situó su entrada "detrás del pintoresco túnel del arbolado de la calle Duquesa de la Victoria que le daba un típico y encantador aspecto"....


Sus 50 años de existencia se pusieron fin tras el incendio del día 9 de julio de 1914.


LOS ÚLTIMOS FESTEJOS TAURINOS DE LA PLAZA DE TOROS DE LA C/  DUQUESA DE LA VICTORIA.

San Mateo 1913.

La plaza de Toros de Logroño, era una plaza de segunda y sus fiestas de San Mateo apenas tenían alguna repercusión en la abundante prensa taurina de la época. La coincidencia con otras ferias de mayor categoría contribuía a este poco impacto mediático.

Así en su tradicional anonimato y sin poderlo sospechar, el diestro 'Paco Madrid', tras la ausencia de 'Torquito' por un accidente de tráfico, en un arrebato de torerismo, lidió los últimos seis toros de los San Mateo de 1913.

San Bernabé 1914

El día 11 de junio se celebró la tradicional corrida de toros del ganadero Cándido Díaz de la localidad navarra de Funes lidiados por  Eusebio FuentesMatias Lara 'Larita' y Fernando Rosales 'Rosalito'

Como tantas veces, ese San Bernabé, llovió en abundancia y en la segunda de la tarde el escaso público se tuvo que  refugiar del diluvio  donde y como pudo.

Los toros fueron regulares, excepto el primero, que cumplió escasamente. El más bravo el quinto y último, después de la lidia de este toro se suspendió la corrida debido al gran encharcamiento del coso, y tras la certeza de lo peligroso del suelo con la voltereta que propinó este quinto  a 'Larita'.

Sin consecuencias graves, el torero fue atendido de una cornada en la pierna por el Dr. Loyola, y después de su cura se le trasladó por la Cruz Roja al bar pensión de Patricio Fernández.

Y así, con una corrida inconclusa terminó la historia taurina con mayúsculas de los San Bernabé  y de la plaza de toros de la c/ Duquesa de la Victoria.

Pero su uso continúo con festejos menores, celebrándose el día 12 de junio vaquillas, con lleno de público y con muchos buenos aficionados que hicieron disfrutar de los novillos de Cipriano Sáenz. El día 14 de junio actuaron los Exploradoresen y a finales de junio, hubo sesión de cine y baile... hasta que el  9 de julio sobrevino el fatal incendio.


LA PLAZA DE TOROS SE CONVIERTE EN CENIZAS.

El diario LA RIOJA en los días inmediatos posteriores al incendio publica dos interesantes artículos, donde además de darnos la crónica detallada sobre el desgraciado hecho, también nos aporta datos de gran interés de la vida cotidiana de esta ciudad.


LA RIOJA 10/07/1914

"Un poco de historia. 

Ejercía el cargo de conserje de la destruída plaza de toros don Estanislao Alcalde, dueño a su vez de un taller de carpintería instalado en una casa de Muro de Carmelitas.

Habitaba con su familia, compuesta de 6 hijos, y su mujer, en habitaciones del segundo piso de la plaza, encima de los toriles. Uno  de los hijos  de don Estanislao, amigo de dos aficionados llamados Alejandro Torralba Vilongo de 22 años e Isidro Aguilar Pequeñín de 17, pobres desgraciados consentía a estos a dormir en la Plaza, y así lo venía haciendo desde que empezó el buen tiempo. Igualmente como otras noches, se refugiaron en la plaza, la del miércoles, y convirtiéndose en suntuosa alcoba el palco presidencial, despojándose de alguna ropa para dormir con más comodidad en vista de la cálida temperatura que se disfrutaba.   Se acostaron y durmieron perfectamente, y aproximadamente a las cuatro y media, despertaron experimentaron un intenso calor. Al dirigir la mirada a los distintos puntos de la plaza les sorprendió ver que ardían produciendo grandes llamaradas, los palcos y gradas que había encima de la meseta de la puerta del patio de caballos. Al ver esto los dos muchachos, sin recoger la ropa de que se habían despojado para dormir más cómodamente salieron corriendo en dirección a las habitaciones del conserje, y aunque llevaban una velocidad buena, dicen que las llamas avanzaban a la misma rapidez que ellos.


Entrada a los corrales de la plaza de toros (1907)

No se despiertan. Llegaron los dos muchachos  a las habitaciones del conserje y aporrearon fuertemente la puerta, sin conseguir que contestasen en los primeros momentos. Repitieron su llamamiento con más fuerza, y el mayor de los hijos de don Estanislao salió a abrir, enterándose de lo que ocurría, dice que al mirar a la plaza vio que ardía próximamente la mitad de ella, desde la meseta de la puerta de caballos a la que hay enfrente.


El toque de alarma. Los vigilantes de Consumos que prestan servicio en las inmediaciones de la plaza, al enterarse de lo que ocurría, avisaron a la iglesia parroquial de la Redonda y la campana María dejó oir su acompasado son, indicando que había fuego.  Esta es una versión recogida en los primeros momentos; luego, por la tarde, se dijo que quien dio la voz de alarma en la población fué un vecino de un pueblo inmediato que venía a Logroño, y al pasar por las inmediaciones  de la plaza y ver que salían de ella grandes llamaradas y densas columnas de humo, entró corriendo en la población dando voces de "hay fuego en la carreterra de Varea", y entonces empezó el toque de fuego en la iglesia de Santa María la Redonda.



Momentos de angustia. Fuera ya de la plaza la familia del conserje echó de menos a la hija pequeña que había quedado en las habitaciones y se dispusieron a subir en su busca. La alarma había cundido por la población, y ya se iba aglomerando el público madrugador, acuidiendo también desde el primer momento los soldados del Cuartel de
Artillería próximos a la plaza. Varios soldados volvieron a las habitaciones, y entre ellos el Vilongo y el hijo mayor del conserje. El Vilongo cogió a la niña y los soldados los muebles que pudieron, bajando con ellos a la carretera. El hijo del conserje intentó abrir un armario con objeto de sacar el dinero que había en dicho mueble y prendas de algún valor, pero el humo había invadido ya las habitaciones y la atmósfera era inrespirable, por lo cual desistió de su propósito y abandonó el local... Cuando todos los que habían subido se encontraron en la carretera se hundió con gran estrépito la escalera que conducía a las habitaciones del conserje, imposibilitando la entrada a la plaza, convirtiéndose aquella parte de un inmenso brasero.

Llegan los bomberos. Lo mismo fue sonar el alarmante toque de fuego que ponerse en movimiento los individuos que forman el Cuerpo de bomberos, marchando al parque de incendios por el material necesario.

Con el primer carro llegaron cuatro bomberos, el concejal delegado señor Íñiguez y el sobrestante municipal señor Villa. Intentaron penetrar en la plaza por la puerta que daba entrada a los tendidos de sol y empezaron por derribar a la mencionada puerta lográndolo enseguida; pero era imposible el acceso porque todo el callejón estaba lleno de ascuas.

Al poco rato empezaron a funcionar las mangas y se logró apagar algo el fuego que interceptaba la entrada, penetrando denodadamente en la plaza los señores Íñiguez y Villa con algunos bomberos.

Imponente espectáculo. Dicen los expresados señores que  cuando entraron, y con reloj en mano, ocho minuto tardo en propagarse el incendio en toda la circunferencia de los palcos, haciendo el efecto de una colosal corona de fuego, cuyas llamas sobresalían por todo el círculo de la plaza, siendo en realidad un espectáculo grandioso.

A los pocos momentos comenzaron los derrumbamientos, no quedando de la plaza más que los tendidos y la pared exterior. No se aprecian ni aún las cenizas. Entre el muro de los tendidos y la pared exterior hay un enorme montón de escombros de cuanto formaba el primer y segundo piso de la plaza".

... A la plaza ardiendo se desplazaron el alcalde señor Marín, la guardia civil, todos los arquitectos residentes en Logroño y efectivos de los Exploradores que ayudaron a quitar las tablas destinadas a las casetas de las feria y que había almacenado el conserje Estanilao Alcalde.

Lo que a continuación siguió, ya corresponde a la historia de la otra plaza desaparecida de Logroño, 'La Manzaneda'


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